Si hay un viaje en el que guardo un gran recuerdo, es el último viaje que hice con Santi , Angels y Iván Solá a París . Viajes con Santi hicimos muchos, algunos relatados en este Blog, como por ejemplo el de Thailandia, pero a nivel de aprendizaje gastronómico , este me impactó, poder ir con el Jefe a l’Ambrossie o la tan preciada barra L’Attelier de Joël Rebuchon , no tiene precio , eso si , me costo muchos kilómetros de carreras , para quitarme tales excesos gastronómicos , mereció la pena….
El Glamour de París…
Si existe una ciudad en Europa que nunca me canso de visitar es París, ciudad donde aún es posible entender qué significa el glamour. Sueño con París cuando hace más de tres meses que no paseo por las orillas del Sena, hojeando libros antiguos, contemplando postales de época o admirando las miles de litografías que aguardan a quien las cuelguen de las paredes de su propia casa.
En el monumento más emblematico de la ciudad más turística de Europa, la torre Eiffel, se puede disfrutar de una buena comida y contemplar la urbe entera. Este monumento al ingenio humano es la demostración mecánica de que la evolución no puede estar ausente de una ciudad.
El París de Montmartre , los Champs Elysées, la Ópera Garnier y la Madeleine es también la ciudad de la decadencia de Pigalle o de la efervescencia de la Bastilla. Es el mismo París de la Rive Gauche y la Rive Droite, con sus monumentos dorados, su POnt-Neuf, los Invalides, los travesties del Bois de Boulogne, o esos estupendos riñones en su grasa de le Pré-Catelan, una de las mejores mesas gastronómicas de la ciudad, dirigida por el cocinero Frédéric Anton.
Mi París no es solo mío: es nuestro París, el de las horas de disfrute gastronómico y de tertulias compartidas con mi mujer, Àngels, sentados junto al cartel con el que se rinde homenaje a Colette en el restaurante Le Grand Véfour, o tomando la penúltima copa en la barra del Bar Forum, al lado de la preciosa tienda de Baccarat, donde cada vez nos extasiamos ante esas esculturas de cristal que pueden ser una copa o un vaso y que en la mesa relucen como lo que son : auténticas obras de arte.
Me reconforta pasear por la place des Vosges después de un almuerzo en L’Ambroisie, del gran cocinero Bernard Pacaud, hombre poco amante de conceder entrevistas y salir en los medios de comunicación. Su maître, Pierre, tiene la elegancia de lograr siempre que todos los comensales se sientan importantes, y con su saber enológico consigue maridar vino y cocina casi a la perfección.
Hoy el » todo París» se sienta en la barra de Joël Rebuchon, recién inaugurada, al lado de la entrada del precioso Hotel Pont Royal. El señor Hernández, sumiller de gran talla, exquisita discreción y educación, consigue con talento y picardía convertir la cotidianidad de una barra en un ambiente de categoría. Gracias a una propuesta innovadora en una ciudad del Norte de Europa, se puede gozar del talento que ya demostró Robuchon en su Jamin: el de uno de los más grandes cocineros que hemos podido conocer y disfrutar. En su nueva andadura nos regala a precios populares una cocina asequible a través de un caviar de berenjenas , una tartajea de caballa, unas mollejas al romero o una mousse de chocolate con salsa de pistachos.
París está fascinado con los jamones Joselito que cuelgan presidiendo la cocina del Atelier de Robuchon . Se escribían ríos de tinta y darán mucho que hablar, tanto como la influencia que hoy ejercen barras como la del Nou Manolín de Alicante en todo el mundo . Y es que, en cuestión de diversidad , a la cocinas de España, aunque suene tópico, no las supera nadie: nos copian incluso en París , ¡ Que ya es decir!
Magnifico articulo, compartimos casi todo y nos encanta eso de que en París nos copian.
Gracias! La verdad que tenemos que querernos un poco mas y saber y apreciar lo bueno que tenemos ! Un abrazo y gracias por pasarte por el Blog
Gracias Abel, te seguimos..