LA NATURALEZA AYUDA A LA CIENCIA
Le oí decir a Francisco García Olmedo, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, que los productos agrícolas eran ingredientes tan artificiales como casi todo lo que comemos. Y, desde LUEGO, EN EL SENTIDO QUE EL DICCIONARIO DE LA Real Academia da al adjetivo artificial, “producido por el ingenio humano” o “hecho por mano o arte de hombre”, tiene razón, porque incluso los platos elaborados con ingredientes salvajes (unos salmonetes, unos espárragos silvestres) luego se cuecen o se cocinan de modo que resulten comestibles y agradables al paladar. En resumen, pues, o los ingredientes son fruto del ingenio humano (agricultura y ganadería), o lo es su elaboración (de lo crudo a lo cocido). Desde este punto de vista, no existe la cocina natural. La única alimentación natural posible sería la de cazadores y recolectores que consumieran los alimentos en crudo como algunos de nuestros más remotos ancestros.
¿Significa esto que lo humano, en tanto que artificial por definición, debe contraponerse por fuerza a lo natural? Conversando con el ecologista ítalo-brasileño Roberto Smeraldi, de Amigos de la Tierra-Amazonia, hablamos del problema de la deforestación en la cuenca del Amazonas, donde la industria agropecuaria está eliminando la selva para producir soja como alimento barato y rico en proteínas para el ganado… y para los seres humanos. En la conversación sale a relucir el término biomímesis o biomimetismo, el estudio de los modelos de sistemas, procesos y elementos de la naturaleza como fuente de inspiración o modelo para resolver los problemas humanos. La pionera en dicho estudio es la escritora y especialista en gestión medioambiental Janine Benyus, autora del ya clásico Biomimicry: Innovation Inspired by Nature (Nueva York, Harper, 2005). De lo que se trata, viene a decir Benyus, es de estudiar qué estrategias debemos seguir para lograr productos sostenibles, en diálogo con la naturaleza. Eduard Punset entrevistó a Janine Benyus el año pasado en su programa Redes, y la entrevista constituye una buena síntesis de sus ideas (http://www. Eduardpunset.es/libros_detalle.php?idlibro=142).
Aristóteles escribió que “la naturaleza no hace nada en vano”, mientras que el Homo economicus, por el contrario, tratando de obtener los máximos beneficios con el mínimo esfuerzo, no para de darle vueltas a la forma de transformar la realidad en productos aptos para el consumo y de alto valor añadido. Así, por ejemplo, me encuentro de repente con unos bombones de chocolate de color verde para adelgazar, que quitan el apetito, y descubre fascinado que contienen un alga microscópica llamada espirulina, que millones de personas de todo el mundo consumen como alimento y que es un verdadero almacén de clorofila, de cuyas múltiples bondades como producto saciante ya se beneficiaban los aztecas. La naturaleza nos echa un cable, y con unas simples algas, nos ayuda a remediar la epidemia de obesidad en el mundo desarrollado. No, la naturaleza no hace nada en vano. Y no estaría de más que empezáramos a imitarla.