Después de estos dias de comidas, reuniones familiares, festivales gastronómicos, y un comer y comer sin parar!! A veces me pregunto porque tanta comida y tan concentrado en tan pocos dias! Parece que se termine el mundo y en 48 horas tengamos que comer lo no comido en todo el año….Al margen de esto, y tal y como comenté en un anterior Post, para mi lo mejor es reunirme con los mios entorno a una mesas y dejar pasar las horas, sin las prisas diarias que no nos permiten disfrutar de tan gratos momentos y comemos casi sin masticar… Me reencuentro con la cocina de mi Madre, y es que son esos recuerdos de la infancia los que florecen, un simple olor , a sofrito en la cocina, la bechamel de los canelones, ese olor característico del » Rustit de Pollastre» , si cierras los ojos te transporta a traves de los recuerdos y del tiempo, el echo de poder reencontrarme con mis mas queridas sensaciones hacen que desee que la navidad vuelva año tras año….I de esto va hoy el motivo del post, rescatamos un texto de Santi, quien sentia predilección por su madre y por su forma de cocinar, sin duda marcó y mucho las raíces culinarias de Santi Santamaria, Tengo grandes recuerdos de ver a Teresina cocinar junto al Padre de Santi , Joan, en aquella pequeña cocina en la parte alta de la casa de Pagés de toda la vida, donde nació Santi, y vimos crecer Can Fabes…..
La Cocina De Las Madres….
Llegamos casi al atardecer, justo cuando las puestas de sol en la Toscana son idílicas. Entre viñedos y olivares se acrecienta la pasión por nuestro Mediterráneo, y recordamos que, por trabajo o por placer, hemos recorrido medio mundo y hemos llegado a la conclusión de que en casa se vive mejor que en ningún otro lugar. En el viejo molino de entre las viñas, donde prensan las aceitunas que dan ese oro verde que es el aceite de oliva, nos acoge una mujer mayor, cuya sonrisa cómplice refleja las horas invertidas en prepararnos la cena. Su querido hijo está en camino y le ha encargado que le excusemos: su despacho en Florencia le ha retenido más tiempo del previsto.
Visitamos el viejo molino y nos enteramos de que su aceite a servido para aliñar la cena de esta noche. Recién terminada la visita protocolaria, pasamos al salón para tomar el aperitivo, y, al momento, el hijo entra en la casa. ¡ Qué delicia,aquellas tostadas de pan negro con panceta a la pimienta, justo templada! Madre e hijo nos recuerdan con u nas breves, pero emotivas palabras la falta del padre, creador de aquel Brunello de Montalcio que estábamos empezando a disfrutar, así como el aceite que se nos dio a probar a la cuchara. Quienes disfrutamos de la sencillez en todos los ámbitos, apreciamos el esfuerzo que representa vivir una vida en el campo dedicada a mantener, por encima de las modas, la calidad. Un sabio dijo que la autenticidad se acostumbra a encontrar sin buscarla.
A Medida que avanza la cena, me viene a la cabeza otra clase de reflexiones culinárias. He sostenido en más de un debate público que la perfección culinaria sólo es posible encontrarla en la imperfección técnica de la cocina de las madres. Hay que recuperar los olores que se mantienen vivos en nuestra memoria, de una niñez en la que nos seducía el cariño de nuestra madre o nos abrazábamos a la sabiduría de una abuela. Cuando recibimos sensaciones identificables, el grado de satisfacción es inmenso. Pensemos en la risueña felicidad, de nuestras madres y propia, con la que nos comíamos unos macarrones con tomate en un santiamén en nuestra inocente infancia.
Seguramente esos macarrones conservan para nosotros el sabor del cielo. Se ha escrito mucho sobre los hábitos alimentarios de nuestra sociedad. Las últimas estadísticas nos confirman que la cocina familiar pierde la sonrisa de la madre. Si no cambian las pautas de comportamiento, los precocinados habrán derrotado a las cocinas con alma. ¡ Que tristeza no encontrar en el sabor de una tortilla la sabiduría y la felicidad con que nuestras madres nos han alimentado! Somos 0 seremos todos un poco huérfanos , culinariamente hablando.
Yo me rindo ante un guiso de carne con coles de Bruselas cocinado por mi madre. En un escalafón de guisos es una obra culinaria comparable a un plato de alta cocina. Y no digamos unas manitas de cerdo con piñones, o aquellas frutas rellenas, rociadas con sus propio jugo: trasladaba a todos los rincones de la casa una alegría espiritual y contagiosa.
Nuestra vida de consumismo desaforado nos ha conducido a alimentar a base de cátering a las personas cuya sonrisa nos ha dado energía suficiente para encarar la existencia con optimismo. Los geriátricos están llenos de madres que, al tener que ingerir esa comida sin alma, han perdido parte del aprecio que todo ser mediterráneo siente por las pequeñas de la vida. Cambiemos de formade ser, o nuestras vidas, igual que nuestras comidas, tendrán el horrible sabor del plástico…..