Hoy día la Dieta Mediterránea se considera un estilo de vida, y sus pilares son tres: El Trigo, La Vid y el Olivo. Esta forma de alimentarse data de hace siglos entre los pueblos del Mediterráneo, debido a la influencia que nos han ido dejando a lo largo de los tiempos, todos los pueblos que han pasado por estas tierras: íberos, griegos, celtas, romanos y la herencia árabe.
En la Dieta Mediterránea abundan los alimentos como el pan, arroz, pasta, vegetales, legumbres, frutos secos y frutas, y el aceite de oliva es la principal fuente de grasa. En esta Dieta también se hace hincapié en el consumo moderado de pescados, mariscos, aves de corral, huevos y lácteos como el yogur, quesos o leche. Las carnes las tomaremos en pequeñas cantidades y la fruta fresca como postre habitual. Los dulces solo en ocasiones especiales. Pero lo que más nos afecta a nosotros, como personas vinculadas al mundo del vino, es que éste es uno de los elementos fundamentales de la Dieta Mediterránea. El vino es una fuente de energía estupenda a la vez que también aporta vitaminas (C, B y A) fácilmente asimilables por el organismo. Además en la cocina española, el vino se ha utilizado siempre como ingrediente en innumerables salsas y para enriquecer todo tipo de platos, tanto dulces como salados.
Todos sabemos que el consumo de grasas saturadas y el exceso de colesterol nos puede producir enfermedades cardiovasculares, problemas coronarios como angina o infartos de miocardio, e incluso derrames cerebrales. Hay que cuidarse y hacerse chequeos regulares para prevenirlos.
¿Han oído hablar de “La Paradoja Francesa”?
Pues a principio de la década de los 90 se descubrió que en algunas zonas de Francia, pese a tener un consumo alto de grasas saturadas, las enfermedades coronarias eran más bien escasas. Francia tenía una tasa de enfermedad coronaria a nivel de Japón, país de muy bajo consumo de grasas. Algo ilógico ¿verdad? Por eso el nombre de “Paradoja Francesa”, pero lo curioso no quedaba ahí. Francia tenía el índice de consumo per cápita más elevado de vino y esto sugiere que el consumo regular y moderado de vino incide en la disminución del riesgo de enfermedades coronarias. El vino tiene sustancias fenólicas que nos benefician como el resveratrol, el cual es considerado por muchos científicos como un potente anti-oxidante y puede contribuir a ralentizar el envejecimiento. De ahí el buen cutis que lucimos los y las sumilleres…jejeje.
Dejando las bromas a un lado, el resveratrol puede ser un agente preventivo frente al cáncer. También el vino actúa como estimulante de la segregación de jugos gástricos y ayuda a hacer mejor la digestión.
Desde siempre el vino se ha considerado alimento, y ha supuesto un importante aporte de calorías. Ahora lo más frecuente es beberlo, pero además recuerdo a mi abuelo mojando pan en él, a mi madre usándolo como ingrediente en guisos o haciendo unas estupendas peras al vino de postre. Pero no fue hasta la Ley del Vino de 2003 cuando se consideró oficialmente al vino como alimento.
Nada menos que Pasteur consideró al vino como “la más higiénica de las bebidas”. Cuando no se podían beber las aguas por la cantidad de enfermedades que transmitían, el consumo de vino era mucho más seguro, sano y conllevaba menos riesgos. Desde aquí animo al consumo responsable y moderado, sabiendo valorar los efectos favorables de su ingesta. Sigan la Dieta Mediterránea, hagan ejercicio y beban vino con moderación. Ganarán en Felicidad y Salud!!