A menudo, cuando nos referimos a un vino, nos centramos en su zona de origen, la variedad o variedades que lo componen, su método de elaboración y crianza, aromas, gusto, maridaje, etc, pero casi nunca nos paramos a hablar del diseño de la etiqueta y del tipo de botella elegida como continente del vino. Este post viene porque hace unos días me llamaron de una bodega de Ribera del Duero de la cual no voy a decir su nombre por respeto, y me pedían concertar una cita para enseñarme y darme a probar su Vino de Autor.
A los pocos días se presentó la directora comercial de la bodega y muy amablemente me enseñó el vino top de la bodega, su Vino de Autor. Me explicó que para su elaboración utilizaban las uvas de las mejores parcelas, barricas nuevas de las mejores tonelerías francesas, se vendimiaba de noche para evitar fermentaciones espontáneas, vendimias manuales en cajas pequeñas de 20kg, sin filtrados, estabilizados…..vamos lo mejor de lo mejor….
Pero mi sorpresa fue cuando saca la botella de una bolsa con el logotipo de la Bodega y me encuentro con una de las botellas mas feas que he visto en todo este tiempo. Una botella bordelesa de un vidrio extrafino, con cápsula de plástico y una etiqueta con un diseño que no atraía para nada. Parecía un vino de marca blanca de hipermercado.
A mi me gusta ser sincero con todo el mundo y directamente le comenté que no podía creer que hubiesen puesto tanto empeño e interés en elaborar un buen vino y por el contrario, no lo hubiesen puesto en la presentación del mismo. Ella me respondió que estaba de acuerdo conmigo. Que esto había sido decisión del jefe, que decía que lo importante era el vino, y no su etiquetado.
No podía creer lo que estaba escuchando. Un jefe que no hace caso de su directora comercial y luego seguramente se quejará porque no venden…craso error. Le comenté a esta señora que cataría el vino con mucho gusto pero que, aunque me gustase, no lo iba a comprar por su imagen. Aunque parezca frívolo catalogar un vino por su imagen, estamos trabajando en un restaurante de prestigio, y no me veía dando a probar el vino a un cliente y mostrando la horrible etiqueta de este vino. Lo siento pero como dice Risto: Yo no te compro.
Cada día vemos que la imagen es importante en todo lo que nos rodea. Los diseños llaman nuestra atención y nos hace inclinar la balanza por uno u otro producto solo por su apariencia. El contenido es lo más importante pero también lo es y mucho el continente. En el mundo del vino existen etiquetados clásicos o más modernos, y suelen ser una declaración de intenciones de lo que nos vamos a encontrar cuando descorchemos esa botella.
Cuando hablamos de la etiqueta en su forma legal, debemos encontrar en ella siempre el Nombre o marca comercial, el grado alcohólico, el tamaño o capacidad del recipiente, el nombre del elaborador y embotellador, el Nº de Registro embotellador, la añada (si la hubiere), la categoría: Vino de Mesa, Vino de la Tierra, D.O., D.O. Ca, Vino de Pago, contiene Sulfitos,…etc. Pero además de estos requerimientos legales luego cada uno tiene libertad para añadirle lo que desee dentro de un orden: el método de elaboración, tipo de crianza, meses y tipos de maderas utilizadas. Diseños minimalistas o más recargados, clásicos o modernos, en color o blanco y negro…sean como sean, pero tratando de ser atractivas para el consumidor, para que las elijan y destaquen entre las demás, para que sean fáciles de reconocer.
Las botellas que hacen de continente de los vinos también tienen su importancia, aunque aquí existen dos vertientes: hay bodegas que buscan la vistosidad y el empaque, utilizando vidrios gruesos, botellas pesadas con hermosos diseños que nos entran por los ojos. Mientras que otras bodegas prefieren (y esta es una tendencia de futuro) utilizar vidrios más delgados por conciencia ecológica. Si, ecológica, porque si las botellas pesan menos, los camiones utilizados para su transporte consumirán menos y contaminarán menos también.
Parece poco pero si todas las bodegas lo hiciesen, al final granito a granito se llena el granero. También hay bodegas que eligen diseños muy arriesgados para sus botellas y me parece muy bien excepto por un motivo: luego cuesta muchísimo trabajo apilarlas. Existen muchos modelos de botellas según su diseño: Bordelesa, Borgoñona, Rhin, Champagne, etc… y también existen diferentes tamaños: Benjamín (0,187l), Tres Octavos (0,375l), Medio (0,50l), Standard (0,75l), Magnum (1,50l), Jeroboam (3l), Rehoboam (4,5l), Matusalem o Imperial (6l), Salamanazar (9l), Balthazar (12l), Nabucodonosor (15l), Salomón (18l), Primat (27l) y Melquiades (30l).
Con los más habituales solemos trabajar a menudo, y tienen una función comercial verdadera, pero los otros formatos son ediciones especiales o para colección, solo buscando una imagen insólita que se traducirá en un vino imposible de terminar a no ser que nos juntemos un buen grupo de amigos y familiares con alguien fuerte que sea capaz de servirlo sin derramarlo, aunque para eso nuestro Presidente de la AMS Javier Gila, ha creado el carro Nabucodonosor, especial para facilitar el servicio de estos vistosos y espectaculares formatos. Por favor bodegas y elaboradores: pónganse las pilas y cuiden los diseños de sus vinos, porque la imagen vende. He colgado unas cuantas fotos que he buscado, podrán gustar o no, pero seguro que no dejan indiferente a nadie.
Salud!!