Interesante reflexión que presentamos hoy en el cuaderno de Santi, crítico con las maquinas que se crean con intención de substituir la esencia del cocinero, la personalidad de lo humano, crítico , como le gustaba ser, y fiel a sus ideales, pueden no gustar, pero así era Santi….
La Maquina Que Cocina
Andy Warhol, el artista de la Factory, siempre me interesó , ya fuese por su reproducción del famoso bote de sopa Campell’s o bien por su célebre frase de que en el futuro todo el mundo sería famoso durante quince minutos. La ironía del personaje, decorativo, descarado e irreverente, y su olfato comercial le permitieron reflejar con éxito lo que captaba su singular mirada y que luego, en su estudio, convertía en producto fabricado y especulativo. Encuentro en cada una de sus obras el arte de la repetición. Tiene como mérito la divertida exposición del arte como copia.
Todo esto viene a cuento porque recientemente, en una mesa redonda, se me preguntóqué pensaba de la máquina que cocina y me descargué con una carcajada, absolutamente desacomplejada y claramente provocadora, que invitaba a la reflexión. La maquina substituye al cocinero igual que una fotografía hecha con una Polaroid reemplaza al artista. Resulta divertido y preocupante pensar que mañana tendremos una maquina que, como robot programado, nos preparará la cocina de la abuela, de la madre o del vecino.
Afirmé en la mesa redonda que el gesto, la manualidad, el sentir el control del tiempo y el fuego en la cocina son cosas que no podemos delegar en la tecnología, ya que -como bien dijo en su día Faustino Cordón- cocinar hizo al hombre. Los artilugios, con sus ritmos ordenados y aburridos, pretenden sustituir siglos de herencia cultural. ¡ Por Dios! ¡ Que barbaridad! Es como ir a la Ópera o asistir a un concierto y encontrarse con un play back. Sin el alma del artista no hay verdadero arte, aunque, ya se sabe, hoy es arte todo lo que se puede intercambiar por la rica pasta – y no me refiero a los spaghetti- para solucionar el problema del artista.
En gastronomía, el arte se encuentra antes incluso que los fogones: el sabor de las aves criadas y sacrificadas por Jean-Claude Mieral, por ejemplo, es la demostración palpable del arte de los pequeños productores, que luchan denodadamente por la calidad y la autenticidad de sus productos. El pato de Berbería de sangre que produce Mieral es, en mi opinión, una obra incluso mas importante que las portadas de Love you Live y el Made in Spain que Andy Warhol diseñó para los Rolling Stones y Miguel Bosé, respectivamente.
Y me parece importante porque cada ejemplar es irrepetible, imposible de estandarizar. La maquina que cocina puede llegar a copiar fórmulas y reproducirlas , pero una cola de buey guisada, una quenelles de Lyon o unas judías del Gantxet de mi tierra salteadas con puntas de butifarra negra y panceta se encuentran totalmente fuera de su alcance. No necesito cuentos, ni dominós en el plato o filigranas en el pescado. La cocina se realza con el talento del cocinero que renuncia a desfigurar la excelencia de los productos, con aportaciones poco naturales. Al pan, pan y al vino, vino: ni modas ni maquinas, porqué en la cocina, como en todo, lo que cuenta es lo humano, es decir la personalidad.