Hace unos días me reencontré con David de Jorge en San Sebastián , llevaba mucho tiempo si verle, me refiero en persona, ya que me considero fan incondicional de su Programa Robin Food, que como saben desde hace muy poco , se emite en Telecinco. Su estilo es único, directo, coloquial y que llega a lo mas profundo, así lo piensan muchos y así lo pensaba Santi, quien le tenia un gran aprecio y estima, aun recuerdo esos festivales que los dos compartían codo a codo en L’Estanc de la Batlloria, donde el referente culinario era un tradicional plato de » Sang I Perdiu», un plato que le volvía locos… Rescato este texto, donde Santi nos hablaba de su amigo David de Jorge…
David de Jorge sostiene que “con la cocina no se juega”, título de su último libro, ensalzado no hace mucho desde las páginas del Magazine de La Vanguardia por Quim Monzó. Desde luego, la frase me parece más que acertada, porque jugar con la cocina es jugarse la cultura, los ahorros, la salud y la alegría de la vida, a lo que habría que añadir que jugar en la cocina es jugarse el físico: por algo es el lugar de la casa donde se producen más accidentes.
En cuanto a otros juegos culinarios –sucedáneos edulcorados, memeces para gastrocursis pero también imposturas de profanadores de canelones de la abuela o fricandós de la tienta-, parece que hoy son multitud los que participan en la versión hispana del juego de la caza del tesoro buscando el sostén de las administraciones para presuntas labores de promoción del turismo y la gastronomía de nuestro país o sus comunidades autónomas. El juego resulta un poco triste, desabrido y desbravado, después de que nuestra burbuja culinaria estallara con la misma celeridad que las burbujas de un espumoso, tras años en los que reinó la confusión del “necio, que confunde valor y precio”.
Para juegos culinarios más alegres, sin embargo, me resulta hilarante el que proponen Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner en el libro Superfreakonomics, en uno de cuyos capítulos exponen que, si consumiéramos hamburguesas de carne de canguro y no de carne de vacuno, reduciríamos el calentamiento global, ya que las emisiones de metano que generan los rumiantes con sus eructos, pedos, etc., son casi tan dañinas para el clima como las emisiones de los automóviles. Yo, sinceramente, siento cariño por las vacas –salvo las “sucias vacas envidiosas” a las que dedicaba Pablo Neruda su poema “Aquí estoy”-, y no veo claras las estadísticas que citan Levitt y Dubner, pero tampoco soy un devoto de las hamburguesas y prometo moderar mi consumo de carne roja.
Volviendo al humor y al principio de este artículo, quien no necesita moderación, porque es un auténtico tornado de bonhomía y sinceridad, es David de Jorge: su verbo alegre, su prosa culta y su enorme panza de banderillero de chistorras y roedor de huesos de buen pollo campero despiertan toda mi simpatía. Sí, señor: hay que llamar a las cosas por su nombre y poner a caldo a más de uno. Pero caldo del bueno, nada de cubitos ni pastillitas: jarrete y pecho de ternera, gallina, cebolla tostadita, puerro, pimienta e incluso codillo, oreja y careta de cerdo. Para eso y para lo que usted guste mandar, David, ¡aquí estoy!
Que gusto debía ser verlos hablar, y que gusto hubiera sido participar de alguna de esas tertulias.
Buenos días Juan, un verdadero gustazo, otra raza, seguirles era imposible, escucharles toda una lección de vida, con Santi todo era así, horas y horas de debate, gintónic en mano, y arreglando el mundo, a mi me pasaban las horas sin enterarme y a día de hoy es parte de lo que mas echo de menos.
Un abrazo y gracias por pasar por mi Blog.
¡¡¡Dos verdaderas inspiraciones Santi Santamaría y David de Jorge!!!
Mañana por fin tengo la suerte de ir a Santceloni, regalo de mis hermanos por los 40.
Muchas gracias por tu labor Abel.
Un saludo,
Eduardo
Son y serán dos referentes, es mas , a medida que pasa el tiempo, cobran sentido muchas cosas vividas… Un placer recibirte en nuestra casa, mañana nos vemos!! Un abrazo y gracias por pasarte por le Blog!